- Cada año se pierden o desperdician en todo el mundo 1.300 millones de toneladas de alimentos; un fenómeno con graves consecuencias ambientales, económicas, sociales y morales.
- Además de agravar el hambre y la inseguridad alimentaria, la pérdida y el desperdicio de alimentos contribuye a las tres crisis planetarias que amenazan nuestro futuro colectivo: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
Cerceda, a 20 de septiembre de 2021.- Conforme al Índice de desperdicio de alimentos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cada año se pierden o desperdician en todo el mundo 1.300 millones de toneladas de alimentos, un fenómeno con graves consecuencias ambientales, económicas, sociales y morales.
Con el hambre en aumento a nivel mundial, debido a la pandemia de COVID-19, la necesidad de reducir este despilfarro se hace cada vez más urgente.
Según “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021”, un informe publicado el pasado mes de julio por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el Programa Mundial de Alimentos, la Organización Mundial de la Salud y otras agencias de la ONU, una décima parte de la población mundial (hasta 811 millones de personas), estaban desnutridas en 2020, al menos 118 millones más que en 2019. Además de agravar el hambre y la inseguridad alimentaria, la pérdida y el desperdicio de alimentos contribuyen a las tres crisis planetarias que amenazan nuestro futuro colectivo: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
Y, si bien las pérdidas y el desperdicio ocurren en todo el sistema alimentario, las personas y los hogares pueden ayudar a enfrentar el desafío, ya que casi 570 millones de toneladas de pérdidas y residuos se producen en los hogares, por lo que la acción de los ciudadanos resulta fundamental.
Las pautas emitidas por el PNUMA y el Instituto de Estrategias Ambientales Globales (IGES) muestran que la práctica del compostaje es una de las mejores alternativas para gestionar los desechos orgánicos y, al mismo tiempo, reducir los impactos ambientales.
El compostaje adecuado de los desechos orgánicos que generamos en nuestra vida diaria (alimentos no comestibles o no utilizados) puede reducir la dependencia de fertilizantes químicos, ayudar a recuperar la fertilidad del suelo y mejorar la retención de agua y la llegada de nutrientes a las plantas.
Al reducir el desperdicio, el compostaje también ayuda a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero que afectan el cambio climático, toda vez que la pérdida y el desperdicio de alimentos generan aproximadamente entre el 8 y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, mientras que el uso de la tierra y los recursos hídricos ejercen una presión cada vez mayor sobre la biodiversidad.
Doreen Robinson, jefa de Vida Silvestre del PNUMA, asegura que “nuestra relación con la naturaleza no está equilibrada. Los seres humanos estamos consumiendo y desechando continuamente, y la naturaleza nos está dando continuamente", a lo que añade "tenemos que aplicar el pensamiento circular en el que se ha sostenido la vida y en el que las cosas se reutilizan continuamente".
Fuente e imagen: ONU Medio Ambiente