La conmemoración del Día del Medio Ambiente se viste hoy de verde con buenos propósitos, objetivos, consejos, recomendaciones, advertencias y temores, pero sobre todo con la ilusión de que, lejos de ser una fecha aislada, todo lo bueno que atesora esta jornada se traslade a cada uno de los días del año. Y creo que esto ya se ha conseguido en gran parte.
Afortunadamente, la temática ambiental ya no se circunscribe a una efeméride, sino que está perfectamente incorporada a nuestro día a día. Mensajes como prevenir la contaminación, gestionar correctamente los residuos, depurar las aguas, mantener limpios nuestros pueblos y respetar la naturaleza y los ecosistemas, y que recibimos a través de diferentes medios, se transforman, en mayor o menor medida, en acciones de las que somos testigos, directos o indirectos. Nuestra vida discurre en un entorno sobre el que tenemos nuestra parte de responsabilidad y que construimos, o destruimos, con nuestros actos, decisiones y prioridades. No obstante, en el equilibrio reside la receta del éxito. Porque conservar no es incompatible con disfrutar, sino con desperdiciar, y proteger no es incompatible con avanzar, sino con retroceder. Y el desperdicio y la inacción nos llevan a la nada.
El medio ambiente nos proporciona la vida, y el cuidado del medio ambiente, la preserva, pero no podemos renunciar al progreso ni tampoco al bienestar de las actuales y próximas generaciones. Con unas sólidas y rigurosas reglas del juego, proporcionadas por las leyes, medio ambiente, economía, industria y salud, sí pueden formar parte del mismo viaje con el mismo rumbo: la economía circular.
Presidente
Javier Domínguez Lino