- Reducir la contaminación del aire y del agua, promover una dieta segura y saludable, luchar contra el cambio climático y la destrucción de hábitas, así como minimizar nuestra exposición a enfermedades zoonóticas, constituyen algunas de las claves.
Cerceda, a 3 de junio de 2020.- La Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuye el 23% de todas las muertes a un medio ambiente poco saludable, de ahí la necesidad de modificar comportamientos y conductas para vivir mejor.
AIRE, AGUA Y DIETA
Según la OMS, más del 90% de las muertes relacionadas con la contaminación del aire ocurren en países de bajos y medianos ingresos, pero los de altos ingresos no son inmunes.
Por su parte, una persona requiere de 20 a 50 litros de agua limpia cada día, sólo para beber y para su higiene personal básica. La contaminación del agua en distintos puntos del mundopone a aproximadamente 1.800 millones de personas en riesgo de contraer cólera, disentería, fiebre tifoidea y poliomielitis, entre otras complicaciones.
Una dieta segura y saludable nos protege contra la desnutrición, reduce el riesgo de enfermedades y promueve la fortaleza del sistema inmune. Sorprendentemente, mientras que aproximadamente 800 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria, 2.100 millones de personas son obesas o tienen sobrepeso. Esto es una evidencia de que tener suficientes alimentos y tener alimentos nutritivos son dos desafíos muy distintos.
PESTICIDAS, ENFERMEDADES ZOONÓTICAS Y ANTIMICROBIANOS
Además de contribuir a la contaminación ambiental, el uso de pesticidas para la agricultura intensiva puede ser un grave perjuicio para la salud humana. En los países en desarrollo, 25 millones de personas sufren de intoxicación aguda por pesticidas cada año.
Estamos aumentando nuestra exposición a enfermedades zoonóticas como la COVID-19. Al alterar los hábitats naturales de la vida silvestre, hemos reducido las "zonas de amortiguación" y hemos creado oportunidades para que determinadas enfermedades se propaguen de los animales silvestres a las personas. La situación se ve agravada por el cambio climático y afecta directamente a la supervivencia de los microbios, así como por una mayor interconexión global a través de los viajes internacionales.
Desde mediados del siglo XX, los tratamientos antimicrobianos se han utilizado tanto en la medicina humana como en la veterinaria. Como consecuencia, los antimicrobianos se han vuelto menos efectivos como medicina, tanto en la sanidad animal como humana.
Se estima que 60.000 plantas, animales y especies de microbios se emplean por sus propiedades medicinales, nutricionales y aromáticas. Sin embargo, como resultado de las acciones humanas, incluida la sobreexplotación, la destrucción de hábitats y el cambio climático, los recursos de las plantas silvestres están disminuyendo drásticamente.
La COVID-19 ha demostrado la interdependencia entre los humanos y el medio ambiente. Somos sólo una de los 8 millones de especies que se estima hay en el planeta. Eso quiere decir que constituimos una pequeña parte de una intrincada y delicada red de vida. Cuando una parte de esa red se ve afectada, se altera el equilibrio de todo el sistema.
Fuente: ONU
Imagen: Pixabay