- Así lo expuso Héctor Barco Cobalea en Santiago de Compostela con motivo de su participación en la jornada sobre biorresiduos y economía circular promovida por la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda.
- Advirtió que el desperdicio alimentario tiene lugar en todas las etapas de la cadena agroalimentaria y aportó interesantes cifras para conocer con más precisión el alcance de un problema con serias consecuencias ambientales, económicas, sociales y morales.
- Precisó que desperdiciar un alimento significa desperdiciar todos los recursos necesarios para su producción (tierra, agua, combustible, transporte, el trabajo de los propios agricultores, etc).
Cerceda, a 28 de marzo de 2019.- “En el mundo se desperdician entre 1.300 y 1.600 millones de toneladas de alimentos al año”. Con esta escalofriante cifra abría Héctor Barco Cobalea, experto en desperdicio alimentario y Doctorando en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Deusto, la jornada sobre biorresiduos y economía circular celebrada el pasado martes, 26 de marzo, en Santiago de Compostela de la mano de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda.
Bajo el título “Análisis del actual despilfarro de alimentos y sus consecuencias ambientales”, Barco Cobalea nutrió su intervención con innumerables datos y referencias que invitaron a la reflexión del público: cada persona tira anualmente a la basura 190 kilos de comida en buen estado o, lo que es lo mismo, uno de cada tres kilos de alimentos.
No obstante, y aunque se pueda pensar que este fenómeno afecta de forma mayoritaria a la fase de consumo, advirtió que el desperdicio alimentario tiene lugar en todas las etapas de la cadena agroalimentaria: producción, manufactura, distribución y consumo.
El ponente quiso ir más allá y aportó incluso cifras por tipos de alimentos: despilfarramos alrededor del 30% de la producción mundial de cereales, es decir, la misma cantidad que se enviásemos a la basura 763.000.000.000 de paquetes de pasta cada año; un porcentaje que sube al 45% en el caso frutas y verduras, así como en el de tubérculos y raíces. Respecto a la carne, desperdiciamos el 20%, el equivalente a enviar a la basura cada año 75.000.000 de vacas.
Todo ello, tal y como señaló, genera preocupantes impactos ambientales que se traducen en menor disponibilidad de alimentos; en emisiones de gases de efecto invernadero (de hecho, si el desperdicio alimentario fuese un país, sería el tercer emisor, después de China y Estados Unidos); en gasto de agua que, traducido en huella hídrica azul, representa del orden de 250 km3, cantidad equivalente a la que vierte al mar el río Volga (el más largo y caudaloso de Europa) en un año; y en ocupación de tierra, siendo el segundo país del mundo, después de Rusia, con la particularidad de que el 78% de las áreas de cultivo del mundo se utiliza para producir pienso con el que alimentar al ganado, dando lugar a una importante pérdida de biodiversidad.
Desperdiciar un alimento significa desperdiciar todos los recursos necesarios para su producción (tierra, agua, combustible, transporte, el trabajo de los propios agricultores, etc). Por tanto, estamos ante un problema ambiental, económico, social y moral del que debemos tomar conciencia y en cuya solución debemos participar todos.
Conocer su alcance y sus dimensiones gracias a expertos en la materia como Héctor Barco Cobalea constituye un excelente punto de partida para pasar a la acción.
Saludos, Departamento de Comunicación