- Crónica de Javier Domínguez Lino, presidente ejecutivo de la Sociedade Galega do Medio Ambiente, para la revista técnica FuturEnviro.
Es indudable que la crisis sanitaria que nos ha tocado vivir, y que se ceba con la salud pública y la economía, ha provocado también cambios radicales y forzados en nuestros comportamientos que van más allá de lo perceptible a primera vista.
Son muchos los análisis que se están realizando, con distintos enfoques y desde diferentes áreas; y no me refiero únicamente a la sanitaria, la laboral y la financiera, sino también al impacto psicológico de esta pandemia, a la falta de libertad, a la convivencia en el seno familiar, a las relaciones de pareja y filiales, a lo verdaderamente necesario y lo superfluo, y a la trascendental importancia de servicios esenciales que, de no estar disponibles, darían lugar a un escenario que ni me atrevería a describir.
Uno de ellos es el sector de los residuos, en toda su amplitud: desde los operarios de recogida y limpieza hasta el transporte, pasando por el personal de las plantas de tratamiento y la industria recicladora. Su labor se hace hoy más necesaria que nunca porque a nadie se le escapa que la incorrecta gestión de la basura en una crisis sanitaria sin precedentes, acrecentaría aún más una problemática de salud pública ya de por sí dramática.
Con independencia de su modelo y de su tecnología, estoy convencido de que el conjunto de las instalaciones de tratamiento de residuos están haciendo todo lo que buenamente pueden para contribuir, al igual que otros muchos sectores, a luchar contra el COVID-19. Y también desde las mismas se está llevando a cabo una labor de análisis de la producción de desechos desde la entrada en vigor del decreto del estado de alarma; una evolución con altibajos que bien pudieran responder a la actitud social y forma de hacer frente a un confinamiento al que el conjunto de los ciudadanos está respondiendo de forma ejemplar.
En el caso de Sogama, que atiende a 295 ayuntamientos gallegos en los que residen más de 2.242.000 habitantes, se constató una ligera caída en la producción de residuos durante la primera semana de cuarentena, que entendimos como lógica debido al cese de la actividad hostelera y de una gran parte del comercio. De ahí pasó a incrementarse en un 6% en el transcurso de la segunda semana, que una buena parte de la población dedicó a realizar profundas limpiezas de las casas. La buena noticia es que el reciclaje de la bolsa amarilla (envases de plástico, latas y briks) también creció, en más de un 6% y, si la comparativa se hace con el mismo período de 2019, estaríamos hablando ya de un incremento del 25%.
El mes de abril apunta hacia una bajada de la generación de desechos, pero con picos, manteniéndose firme, e incluso diría que reforzado, el compromiso de los ciudadanos con el reciclaje. Quizás por la posibilidad de disponer de más tiempo, quizás por la gratificación que supone en tiempos de penurias ayudar a proteger el medio ambiente y la salud, o quizás porque separar la basura se ha incorporado a sus nuevos hábitos de vida y han comprobado que no requiere de gran esfuerzo ni dedicación.
La composición del residuo urbano también ha cambiado. Las bolsas de basura se tiñen en muchos casos del blanco y azul de las mascarillas y guantes desechables utilizados por la población que viajan, junto con la fracción resto, hacia la valorización energética, el mejor tratamiento posible para la parte no reciclable, reforzado por sus incuestionables controles y garantías ambientales.
Nos hemos enfrentado, como tantas y tantas empresas, a la incertidumbre respecto a suministros críticos para el correcto funcionamiento de las instalaciones y a la gran escasez de medios de protección en un mercado exageradamente competitivo y dominado por el miedo. Pero, gracias a una gestión eficiente en momentos de alta tensión, gracias al apoyo de la Xunta de Galicia y gracias a la profesionalidad y compromiso de nuestro capital humano, hemos operado y seguimos operando con la mayor pulcritud, dispensando la máxima protección a nuestros trabajadores para preservar su salud y su bienestar, y prestando el mejor servicio público a nuestra comunidad.
No somos héroes ni tampoco somos los mejores; simplemente hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos.
Mi más sincero agradecimiento a toda la cadena que da realmente valor a nuestros residuos y posibilita su conversión en recursos, también en momentos de crisis.